enero 16 2019

Puentes Educativos | La compañía es el mejor regalo

“Algunos días me siento feliz, como cuando estoy con mi mamá, mi hermana y con mi papá; pero, nosotras nos mantenemos casi solas, pasamos tristes… me entristece estar sola con mi hermanito discapacitado”, cuenta con voz quebrada y mirada perdida, Fernanda, una niña 12 años, quien junto a su hermana Tatiana, ha asumido la responsabilidad de su hogar y el cuido de su hermanito menor.

Fernanda y Tatiana han vivido toda su vida en una casa campamento de una finca cafetalera de Matagalpa, en el norte de Nicaragua. Las niñas de doce y trece años, respectivamente, se han convertido en amas de casa. Con el sol que alumbra las flores de su alegre jardín, despiertan puntual a las cinco de la mañana para asegurar que el aseo del hogar, el desayuno y la ropa estén listos.

Fernanda y Tatiana han asumido la responsabilidad de cuidar a su hermanito menor, quien tiene discapacidad visual, auditiva, motora y del habla.

“Pasamos más con mi papá, él viene casi todas las noches a dormir con nosotras. Antes pasábamos con mi hermana mayor, pero ahora ella está trabajando fuera. Mi mamá viene cada 10 o 15 días, pasa con nosotras tres días y luego se vuelve a ir. Ella y mi hermana trabajan juntas”, relata Fernanda.

Su papá trabaja como conductor en la finca cafetalera y aprovecha su hora de almuerzo para acompañarlas. En ocasiones, tiene que trabajar de noche y para las niñas, esta ausencia es el ingrediente para una pesadilla. La soledad nocturna las impacienta. “Me da mucho miedo”, asegura  Tatiana.

La temporada de zafra demanda muchas manos obreras para recolectar el café, lo que propicia la migración interna. Son cientos de personas que viajan desde otras comunidades, incluso, de otros departamentos para asistir a las fincas cafetaleras por dos o tres meses.

Para ellas, ésa es una realidad que las agobia, pues hay personas que las han acosado y se sientes vulnerables porque se trata de gente desconocida que nunca han visto y que probablemente, luego de la zafra nunca vuelvan a ver. “En la temporada de corte vienen muchos vagos y nos ‘enamoran’, y eso no me gusta. No sabemos qué tipo de personas son, ni de dónde vienen. Cuando salimos de clase nos venimos de inmediato para la casa”, asegura Fernanda.

Puentes de cambio

Fernanda y Tatiana asisten desde hace cinco años a una de las escuelas que World Vision Nicaragua acompaña con el proyecto Puentes Educativos durante el tiempo de zafra. Con Puentes Educativos se habilita un espacio de enseñanza, alimentación y protección para las niñas y niños de entre seis a catorce años, que viajan con su familia en temporadas de zafra o que viven en los campamentos de las fincas cafetaleras.

“He visto cambios en Tatiana desde que empezamos a ir a los Puentes: ya no me pelea, antes me pegaba. Yo le miro un carácter mejor, ya no es la misma de antes. Ya va creciendo y cuando seamos grandes ya no vamos a tener la misma vida de ahora que nos sentimos mal por estar tanto tiempo solas”, dice Fernanda.

La niñez que asiste a Puentes Educativos recibe acompañamiento pedagógico no formal, pero validado por el Ministerio de Educación, asimismo, los dueños de las fincas cafetaleras donan la alimentación para las niñas, niños y sus docentes.

Las y los maestros promueven en la niñez la importancia de los valores, la integración, el compañerismo, a la vez que refuerzan temas académicos e impulsan el descubrimiento de habilidades artísticas.

“Nos gusta ir a Puentes Educativos porque Visión Mundial nos ayuda con materiales, mediante los cuales nos recreamos en dibujo, en pintura, en hacer muchas cosas que se nos vienen a la mente”, expresa Tatiana.

Para ellas, los aprendizajes obtenidos en Puentes Educativos van más allá de los cocimientos académicos, pues han obtenido cambios significativos en su identidad y comportamiento.

“Antes no me importaba pegarle a Fernanda, pero en Puentes aprendí que no es bueno. Ahora me da lástima maltratarla porque es la única hermana y compañera que tengo siempre a mi lado”, expresa con matices de pena, Tatiana.

En las y los compañeros de Puentes Educativos, Fernanda y Tatiana han encontrado personas maravillosas que les ayudan a borrar la soledad que les acompañaba durante todo el día.

“El tiempo libre que pasábamos solas en la casa, ahora lo pasamos con nuestros compañeros y amigos que conocemos. Lo que no podemos hacer aquí solas, lo hacemos con ellos. Con ellos podemos jugar porque nuestros amigos viven lejos o se van a cortar café. Con los compañeros de Puentes ya no pasamos solas”, cuenta Tatiana.

Durante las diez horas (07:00 am – 5:00 pm) que permanecen en la escuela habilitada por el proyecto, se retiran 20 minutos cada hora, para supervisar que su hermanito esté bien, le preparan su pacha, lo limpian y lo duermen.

La casa campamento donde viven está a pocos metros de la escuela, lo que les facilita asistir a este espacio de protección y cuidar de su hermanito.

Persiguiendo los sueños

A pesar de las limitaciones, ambas sueñan con seguir sus estudios y ser personas de bien para su comunidad. “Mi sueño es ser profesora para educar a los niños. Quizá un día llegue a ser profesora y les dé clase a los hijos de mis compañeros”, expresa Fernanda, con gran ilusión.

Por su parte, Tatiana quiere ser abogada. “Así puedo ayudar a quien necesita sacar algún documento legal y también a demostrar la inocencia de alguien que no ha hecho nada malo. Mis principales retos para hacerlo son seguir estudiando, seguirme preparando y concentrarme en lo que quiero ser”, comparte.

Fernanda y Tatiana son la representación de más de 200 niñas y niños que en 2018 fueron acompañados por el proyecto Puentes Educativos, de World Vision Nicaragua, en cinco fincas de San Ramón, Matagalpa.

Vos podés hacer que más niñas y niños sean alcanzados con nuestro proyecto. Doná ahora y regalá compañía, educación y protección.

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